Muchas veces se ha discutido la cuestión de por qué se entró en un régimen de desarrollo científico continuado en Europa, durante el siglo XVII, mientras que eso no sucedió en otros siglos y otros lugares. La milenaria cultura china ha dado lugar a grandes avances tecnológicos, matemáticos, etc., pero no alumbró algo similar a la llamada Revolución Científica. El mundo islámico vivió su peculiar e intenso Renacimiento científico desde el siglo IX, y tampoco. ¿Qué sucedió en Europa durante el siglo XVI? Un intento muy interesante de responder a esa cuestión fue el de Edgar Zilsel, un austríaco que emigró a California.
Zilsel reflexionó sobre la peculiar combinación de teoría matemática y habilidad experimental que se forjó en la Europa del XVII (muy diferente del tipo de ‘ciencia’ que se practicaba en la antigua Grecia o en la Edad Media). En la época medieval, grandes barreras de clase separaban a los artesanos, que disponían del saber práctico, de los eruditos que tenían conocimientos de geometría, astronomía, etc. Además, la ideología dominante despreciaba los saberes prácticos y ponía énfasis en la contemplación de grandes ideas teóricas, que culminaba en la teología. Zilsel argumentó que los cambios económicos y sociales asociados al inicio del capitalismo hicieron desaparecer esas barreras: el resultado fue la interacción fluida entre los gremios de artesanos y las comunidades de teóricos. De ese tema y del ‘gran campo de filosofar’ que se abre ante los sabios, si prestan atención a lo que saben los artesanos, habló Galileo en un texto famoso; y varios personajes clave de la Revolución Científica combinaron las habilidades experimentales con la teoría, lo artesanal y lo matemático (pensemos en Isaac Beeckman o incluso en Descartes).
La consolidación de esas nuevas actitudes, que andando el tiempo llevó a la aparición de los ‘filósofos experimentales’ y los ‘filósofos mecánicos’, es lo que explicaría el continuado despegue de la investigación. A esta tesis de Zilsel le están dando un giro nuevo un grupo de expertos en historia de la ciencia y de la técnica que investigan el mundo ibérico en el siglo XVI, el mundo de los grandes descubrimientos geográficos y los viajes transatlánticos. Lo que a Zilsel se le escapó, es que el mejor ejemplo de su idea básica se encuentra en los problemas muy nuevos, y las instituciones que se crearon para resolverlos, en relación a la expansión imperial y colonial de Castilla y Portugal. Hablamos de las primeras grandes instituciones científico-prácticas que hubo en Europa: la “Casa da Índia e da Guiné” en Lisboa, y la “Casa de Contratación” de Sevilla.
Dudas sobre la posición del meridiano de Tordesillas.
En estos lugares hubo una interacción constante, regular, y cuidadosamente institucionalizada, entre gentes prácticas como los capitanes y pilotos, y expertos en temas de astronomía y cartografía (a los que habría que añadir expertos en leyes, hombres de la corte, y más). Fruto de todo ello fueron las instrucciones de navegación, el encargo de dar formación teórica a los pilotos de la carrera de Indias que se hizo a Amérigo Vespucci, Sebastian Cabot y otros, el proyecto de levantar un Padrón Real, y la creación de la figura del Catedrático de Cosmografía, ocupada por Alonso de Chaves, Alonzo de Santa Cruz, etcétera. Todo esto tuvo un enorme impacto, no sólo en la Península, sino también fuera de ella. Ingleses y holandeses se afanaron por no quedarse atrás, y se ha dicho que los ingleses aprendieron las nuevas formas de navegación en tratados ibéricos (por ejemplo, el Arte de navegar de Pedro de Medina fue editado en inglés dos veces, en holandés cinco, en francés más de diez, tres en italiano). También es bien sabido que los grandes planes del canciller Francis Bacon, sus ideas sobre la Casa de Salomón, etc., se inspiraron en las instituciones de Lisboa y Sevilla.
Lo primero que hay que entender, en relación con esto, es que la astronomía y la geografía o cartografía eran ciencias matemáticas, pues exigían lo que para la época era un alto nivel de conocimientos matemáticos. El único modo de situar en un plano la posición de, digamos, Rio de Janeiro en relación a Lisboa, era mediante observaciones astronómicas; lo único que es visible simultáneamente desde México y España son los cielos, la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas. Por otro lado, la única manera de navegar en alta mar era orientarse por los astros y por la aguja magnética, pero ambas cosas planteaban desafíos científicos y técnicos. Navegación, astronomía y geografía estaban íntimamente conectadas. De ahí que, en esta época, surgiera una ciencia de enorme importancia para aquellos objetivos imperiales y coloniales de escala desconocida: la Cosmografía.
Como explican los profesores Henrique Leitão, de Lisboa, y Antonio Sánchez, de Madrid, los problemas que se plantearon en esta expansión territorial e imperial hicieron rigurosamente imprescindible la colaboración entre artesanos y eruditos. No es una cuestión de cambio social y desaparición de barreras, es más concreto: los problemas que surgían exigieron nuevas instituciones y pusieron todo el aparato de las Monarquías al servicio de estos nuevos objetivos. Por ejemplo, pensemos en el Meridiano de Tordesillas, con el que Castilla y Portugal pusieron solución provisional a sus disputas, en 1494. Fijar en el plano, y no digamos sobre el terreno, la línea de ese meridiano era todo un desafío práctico y teórico: ¿qué representación emplear?, ¿qué forma tendrá en ella el meridiano?, etc.
Razones como esa explican por qué fue tan necesario que, en la alucinante expedición de Magallanes que tanto estamos recordando, se embarcara un hombre como el sevillano Andrés de San Martín, piloto en varias expediciones importantes, “piloto real” en la Casa de Contratación, y gran conocedor de la cosmografía. El objetivo mismo era llegar a las islas de las especias, las Molucas, por “la parte de Castilla” (rumbo al oeste); y era imprescindible fijar con precisión la longitud de las Molucas, confiando en que estuvieran ‘más acá’ del contrameridiano de Tordesillas. San Martín llevó a cabo diversas mediciones de precisión, con mayor fortuna en San Julián (Patagonia) y con menor en las islas indonesias.
No hay que olvidar tampoco que, en algún caso, estas actividades dieron pie a la aparición y el trabajo de matemáticos muy relevantes. El mejor ejemplo de esa época es el portugués Pedro Nunes (1502-1578), que no fue sólo profesor en Coimbra, sino Cosmógrafo Mayor, y que también dio clases en Salamanca, donde había estudiado. Nunes realizó un descubrimiento clave con el concepto de la loxodrómica, e inventó ingenios de medición como el nonio (que lleva su nombre). Contra la creencia de que, al navegar manteniendo una dirección fija con la brújula, la trayectoria recorrida sería un círculo máximo (y el navío que siguiese rumbo fijo volvería al punto de partida), Nunes señaló ya en 1537 que la trayectoria sería en realidad una línea loxodrómica, que se acerca a uno de los polos asintóticamente (ver Leitão y Gaspar 2014). Es posible además que sus ideas estuvieran directamente relacionadas con la proyección de Mercator.
Las semillas que comenzaron a plantarse en el ruedo ibérico dieron frutos también más allá de la Península. Tras la reescritura de los mapas geográficos vino la del mapa celeste con Copérnico; los asuntos de la navegación condujeron a investigaciones como la de W. Gilbert sobre el imán, un pionero estudio de ‘filosofía experimental’; etcétera. Todos sabemos que las monarquías ibéricas se quedaron atrasadas en el avance del conocimiento, por una mezcla de razones: sobreabundancia de asuntos prácticos que gestionar, limitaciones ideológicas a la libertad de pensamiento, etc. Pero la combinación novedosa de saberes teóricos, matemáticos, y estudios prácticos, experimentales, no dejó de avanzar.
Para saber más:
H. Leitao, A. Sánchez Martínez (2017), Zilsel’s Thesis, Maritime Culture, and Iberian Science in Early Modern Europe. Journal of the History of Ideas 78 (2), 191-210.
H. Leitão, J.A. Gaspar (2014), Globes, Rhumb Tables and the Pre-History of the Mercator Projection, Imago Mundi 66 (2), 180–195.
A. Sánchez Martínez (2019), Artesanos, cartografía e imperio. La producción social de un instrumento náutico en el mundo ibérico, 1500-1650. Historia Crítica 73, 21-41.
Muy buen post, sobre todo por la valiosa información que entregan al motivar e incentivar a estudiantes a realizar lo que les gusta
Saludos
Nico