Hasta ahora hemos ido estableciendo diferentes maneras de interpretar la realidad a partir de la creación de textos y su interpretación, detectando nuestras propias ideas previas, las cuales quedaban, en algunos casos, ocultas. Pero también existe otro proceso de interpretación, esta vez centrado en la lectura de los demás, de sus textos, pero también de sus acciones y sus costumbres.
Frente a Lotman, Gadamer (1996) defiende que la obra de arte se encuentra en un presente continuo, lo que provoca que sus interpretaciones sean cambiantes, no estando supeditadas ni a la intención del autor, ni a la del receptor, sino que su significado reside en la propia obra.
Cuadro 5. Principios de la hermenéutica fenomenológica.
Los principios de la hermenéutica fenomenológica de Gadamer se pueden resumir en cuatro:
1) El texto artístico debe ser comprendido dentro de un contexto de producción determinado, el cual queda configurado como producto resultante de unas circunstancias espacio-temporales determinadas. La figura del autor queda difuminada, no centrándose el estudio en su biografía, sino en las circunstancias en las que la producción tiene lugar.
2) El texto debe ser estudiado en base a las relaciones que se establecen entre este, el autor y el lector, lo que dará como resultado la interpretación del sentido. El autor es reconocido como el primer lector, por lo que desde el momento de la creación la acción de leer juega un papel fundamental.
3) El texto está supeditado a lecturas diferentes a lo largo de su existencia, por lo que sufre constantes actualizaciones en cada lectura. Cada una de las lecturas está determinada no solo por el momento y el espacio en que se da, sino por las propias circunstancias del lector, de manera que un mismo lector puede dar varias interpretaciones de un mismo texto en distintas lecturas llevadas a cabo en diferentes momentos.
4) El texto solo se completa cuando el lector lo recibe y lo interpreta, dándole un matiz de significado que antes no tenía y que es diferente del que el autor le dio en un primer momento: el momento de la creación. El lector es, por tanto, pieza fundamental en el círculo de interpretación hermenéutica, pues sin su lectura no está completa la creación.
Según el tiempo y el espacio en el que esta se encuentre, unido esto a la impresión sobre el receptor, se crea una interpretación única (1996: 55):
La realidad de la obra de arte y su fuerza declarativa no se dejan limitar al horizonte histórico originario en el cual el creador de la obra y el contemplador eran efectivamente simultáneos. Antes bien, parece que forma parte de la experiencia artística el que la obra de arte siempre tenga su propio presente, que sólo hasta cierto punto mantenga en sí su origen histórico y, especialmente, que sea expresión de una verdad que en modo alguno coincide con lo que el autor espiritual de la obra propiamente se había figurado. Ya se le llame entonces a eso creación inconsciente del genio, ya se dirija la mirada desde el contemplador hacia la inagotabilidad conceptual de toda declaración artística; en cualquier caso la conciencia estética puede seguir invocando que la obra de arte se comunica a sí misma.
Esta misma idea es recogida y desarrollada por la corriente de la Estética de la recepción, surgida en los años 50 en Alemania como respuesta al New Criticism norteamericano, el cual considera el texto como un ente independiente. Frente a esto, autores como Jauss (1986) e Iser (1982) proponen el análisis del texto desde el punto de vista de la recepción, prestando especial atención a la manera y a las condiciones bajo las que se produce. Tienen gran importancia aquí los conceptos de horizonte de expectativas, entendido como la intención que tuvo el autor en el momento de creación de la obra, y horizonte de experiencias, añadido por el lector o receptor de la obra a partir de su propia experiencia vital.
En este sentido, Jauss diferencia dos momentos en la relación entre texto y lector (1986:17): el efecto, como momento de la concretización del sentido, condicionada por el texto, y la recepción, como modelo condicionado por el destinatario, las cuales deben ser estudiadas bajo dos horizontes diferentes (íbidem:17): “el literario interno, implicado por la obra, y el entornal, aportado por el lector de una sociedad determinada.” El interno, producto de la obra, es más fácil de estudiar que el entornal, el cual responde al entorno social, político y cultural en el que un determinado individuo se incluye, debiendo tener en cuenta las relaciones económicas, los intereses políticos, etc.
Cuadro 6. El análisis del texto según Jauss
En su obra Toward an aesthetic of reception (1982), Jauss marca tres pasos para el análisis del texto, que corresponderían a tres lecturas sucesivas:
- La percepción estética del texto: el texto se percibe como objeto artístico, con un análisis de sus características estéticas.
- La interpretación retrospectiva del texto: entra aquí la participación del lector como creador de nuevos significados, por lo que se crea un nuevo horizonte de expectativas que es el del propio lector.
- La lectura histórica que comienza con la reconstrucción del horizonte de expectativas: es necesario no olvidar el horizonte de expectativas original, así como los horizontes de expectativas que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. De ahí que se determine que las lecturas del texto no son infinitas, sino que responden a una evolución, esto es, a un cambio en el horizonte de expectativas, lo que supone una constante formación y transformación del canon estético.
Por su parte, Iser propone en su obra The act of reading (1978) el estudio de la recepción como una interacción dialéctica entre autor y lector, lo que daría lugar a una teoría de la comunicación literaria. La formación del texto es el primer punto que debe ser estudiado para entender este proceso, seguido en segundo lugar por los distintos procesos de lectura e interpretación, centrándonos en las distintas respuestas dadas por el lector. En todo este proceso y en todas las fases de su estudio, el acto de la recepción, el acto de la lectura para Iser, juega un papel primordial, pues se constituye como base de la recepción, la interpretación y la nueva creación.