Máximo Brioso, in memoriam
21 ene 2015
De forma inesperada, ha muerto el quince de enero, en Sevilla, nuestro maestro, compañero y amigo Máximo Brioso Sánchez. El profesor Brioso era catedrático de Filología Griega de la Universidad de Sevilla, donde había ejercido su fecundo magisterio desde 1975 hasta su jubilación en 2009. Durante casi veinte años, Máximo Brioso fue además director de la revista Habis en su sección de Filología, tras ocupar el cargo de secretario de la misma revista durante otros dieciséis, de modo que Habis, de cuyo consejo asesor ahora formaba parte, fue uno de sus intereses más dilatados en el tiempo.
No es fácil resumir la vida y carrera de Máximo en unas pocas líneas. Nació el cuatro de julio de 1939 en Hinojales, pueblo de la provincia de Huelva cercano a Badajoz y a Portugal, y en Huelva hizo el Bachillerato para luego pasar, en 1959, a Sevilla, en cuya Universidad estudió los primeros años de la Licenciatura, con Agustín García Calvo entre otros célebres profesores. Cursó después los años de especialidad en Salamanca, y allí fue alumno de Martín Ruipérez, Antonio Tovar y Manuel Cecilio Díaz y Díaz; el primero de ellos fue director de su tesis doctoral sobre el himno cristiano primitivo, con la que Máximo obtuvo el doctorado en 1969. En Salamanca conoció a la pintora Pepa Santos, que sería su mujer; tuvieron tres hijos, David, Héctor y Tania, y dos nietos. En la Universidad de Salamanca fue profesor adjunto y luego obtuvo la agregación, trasladándose a Sevilla en el curso 1974-75; en esta última Universidad fue catedrático a partir de 1982. Instalados desde entonces en Sevilla, nunca dejaron Máximo y Pepita de pasar largas temporadas en Salamanca, así como en su casa de Sanlúcar de Barrameda.
Máximo Brioso fue un gran lector, sobre todo de novelas, y aficionado al cine clásico; en sus años mozos, también lo fue al ajedrez. Su personal manera de entender la vida –era poco amigo de oropeles y liturgias; nunca quiso ser emérito, y odiaba ponerse corbata-, junto a la agilidad que siempre conservó, lo conservaban en una especie de juventud perpetua; desde su particular independencia, tanto ejercía (con seudónimo) la crítica literaria como recordaba con ternura, en su siempre elegante prosa, los escenarios y a las gentes de su infancia.
De la inmensa labor académica del profesor Brioso Sánchez nos hemos beneficiado varias generaciones de estudiantes, en Salamanca y sobre todo en Sevilla. Era Máximo un profesor brillante, severo y exigente, uno de los grandes sabios que cimentaron la fama del Departamento de Filología Clásica de la Universidad de Sevilla. Dejó muchos y buenos alumnos, algunos de los cuales se doctoraron bajo su dirección.
Entre sus publicaciones, que abarcan multitud de aspectos de la literatura griega antigua, destacan las dedicadas al teatro, la novela y la poesía lírica. De la enorme lista de sus trabajos, mencionaré los libros Aspectos y problemas del himno cristiano primitivo (1972), Calímaco. Himnos, epigramas y fragmentos (en colaboración con Luis Alberto de Cuenca, 1980), Anacreónticas (1981), las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (1986), los Bucólicos Griegos (1986). De entre sus innumerables artículos, buena parte de ellos publicados en la revista Habis, hay que destacar las numerosas publicaciones sobre la novela y el teatro griegos; de los trabajos que publicó junto a su hijo Héctor Brioso Santos, profesor de Literatura Española de la Universidad de Alcalá, se sentía especialmente orgulloso; en estas publicaciones Máximo abrió, en los últimos tiempos, el espectro de sus intereses, abordando ahora aspectos de Cervantes y la literatura picaresca, entre otros.
Pues las inquietudes de Máximo Brioso no se ceñían a la Filología Clásica, sino que sus abundantes lecturas –casi siempre en la lengua original, pues dominaba varios idiomas- le proporcionaron una cultura literaria sobresaliente. Fruto también de estas inquietudes son las numerosísimas y siempre acertadas reseñas; y entre los, también incontables, capítulos de libro que publicó merece recordarse que siempre se ofreció gustoso a festejar a sus colegas, participando en cerca de veinte volúmenes de homenaje. Seguía Máximo, en estos últimos tiempos, visitando bibliotecas, leyendo, investigando, proyectando y publicando. Su presencia en nuestro viejo edificio, que visitaba con frecuencia, va a ser muy añorada. Qué fríos han quedado estos pasillos.
Rocío Carande
Directora de Habis (Filología)
Universidad de Sevilla