La movilidad en el interior de las ciudades resulta cada vez más complicada e ineficiente. La movilidad urbana sigue dependiendo en gran medida del uso de coches privados de propulsión convencional. Los avances realizados hacia la consecución de modos más sostenibles de movilidad urbana son muy lentos. Muchas ciudades y pueblos europeos sufren de forma crónica los problemas derivados de la congestión del tráfico, cuyo coste se estima en 80.000 millones de euros anuales. Las zonas urbanas también son responsables de una parte importante (alrededor del 23%) de la totalidad de las emisiones de CO2 procedentes del transporte. Las ciudades tienen que realizar más esfuerzos a fin de revertir las tendencias anteriores y contribuir a lograr el 60% de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero según lo estipulado en el Libro Blanco de la Comisión “Hoja de ruta hacia un espacio único europeo de transporte: por una política de transportes competitiva y sostenible”. Habida cuenta de sus altas densidades de población y la elevada proporción de desplazamientos de corta distancia que se realizan en ellas, las ciudades tienen un mayor potencial para avanzar hacia un sistema de transportes sostenibles que el sistema de transportes general, a través del desarrollo de otras formas de movilidad como los desplazamientos a pie, en bicicleta o el transporte público.