Primer premio
Las almadrabas andaluzas: valores etnológicos y posibilidades de patrimonialización
Investigador principal: David Florido del Corral (dflorido@us.es).
Departamento de Antropología social y cultural.
Investigadores participantes: J. Ruiz, A. Santos y J. A. López.
El proyecto, financiado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, tuvo como objetivos fundamentales analizar: 1) los sistemas de conocimiento vernáculos que han sustentado esta pesquería multisecular, gracias al trasvase permanente de saberes entre ámbitos de pesca –resultado de las continuas migraciones laborales que rodean esta pesquería- e intergeneracionalmente; 2) la singularidad de determinadas instituciones económicas que han estado y siguen estando en la estructura socio-económica de la pesquería, de despojos, etc.; 3) la vinculación de la almadraba con procesos festivos locales, tanto históricos como recientes.
Para todos los ejes de estudio señalados la investigación tuvo una proyección histórica de un proceso que da comienzo entre los siglos XVIII-XIX y culmina en la actualidad, por lo que se basaba en una combinación de análisis documental (Archivo de la Casa Ducal de Medina Sidonia, Archivo de la Marina) y análisis etnográfico (observación participante y entrevistas en profundidad).
El trabajo de campo se realizó en Conil, Barbate y Zahara de los Atunes, cubriendo el proceso socio-laboral completo de las almadrabas, pesquería estacional: desde el montaje de los artes (desde febrero), hasta la finalización de la campaña (junio) y levantamiento de las almadrabas (entre julio y agosto)
Los resultados se plasmaron en la monografía: Florido del Corral, D (coord.) (2017): Las almadrabas suratlánticas andaluzas. Historia, Tradición y Patrimonio (siglos XVIII-XXI). Sevilla. Asimismo, sirvió como base para un documental financiado por Canal Sur y dirigido por Nonio Parejo: "Arraéces: historia de la almadraba" (2017).
Lanchas a remolque
La mayor parte de las embarcaciones de servicio de las almadrabas se propulsa a remo. Por tanto, para ir al pesquero, cada jornada, deben ir remolcadas por los faluchos, únicos motorizados. Tanto en la ida, al despuntar el alba, antes de la faena, como en la vuelta, se vive un ambiente animado, especialmente si se ha dado la pesca. Un habla muy particular es lo que se puede oír en esos trayectos. En este caso, las lanchas se dirigen desde el puerto de Barbate al pesquero de Zahara.
(Autor: Juan Ruiz).
Copejeo a pulmón
Las formas de matar al atún han cambiado drásticamente en la última década. Este testimonio gráfico ilustra la labor de copejeo en Zahra de los Atunes, basado en la habilidad del marinero para aupar a bordo un atún de entre 200 y 300 kilos, con el "bichero", aprovechando el impulso natatorio de huida del atún, cuando quiere salir de la trampa. Hoy en día, las piezas se van seleccionando por buzos ("ranas"), que dan muerte a los animales con una "lupara", siendo elevados a bordo mediante grúas, para evitar el estrés previo a la muerte y satisfacer el exigente paladar del consumidor gourmet de Japón.
(Autor: Juan Ruiz).
La fiesta de Juan y Juana
Coincidiendo con el final de temporada, para la noche de San Juan, en el puerto viejo de Barbate, donde han residido históricamente almadraberos procedentes en su mayoría de Isla Cristina ("los higuereños") la marinería se une en una celebración, mediante la que reclaman ese territorio y la identidad almadrabera de sus familias. Acuden las familias, y las mujeres, que antaño pasaban toda la temporada en Barbate, también trabajando en las fábricas de conserva, ahora se conforman con disfrutar en los juegos. La fiesta, el sentido de pertenencia, la vinculación con un territorio urbano, son también elementos indisociables de esta histórica pesquería, marcada por migraciones laborales desde el Poniente onubense a la zona del Estrecho.
(Autor: David Florido)
Alquitranado
La finalización de la temporada tradicional de la almadraba es marcada con el alquitranado de cables y chismes de hierro, para asegurar su mantenimiento, después de haber pasado en torno a tres meses bajo el agua. La marinería participa en las tareas de pasar por artesas con alquitrán los utensilios, e ir apiándolos en el almacén, hasta la próxima temporada. Cada pieza, cada cable, debe estar adecuadamente identificado, para el correcto montaje del año que viene, que sólo el capitán controla en su cabeza y sus apuntes. Es un día de camaradería y, conforme se apilan los cables y orinques, los marineros van dejando el registro de las huellas de sus manos en la pared, año tras año. Esta práctica está documentada desde el siglo XVIII, cuando se alquitranaban cabos, redes y cables con alquitrán vegetal.
(Autor: David Florido)